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DELIRIOS DE flaqueza

Marinero en tierra (y esta vez no era yo)

Marinero en tierra (y esta vez no era yo)

Mientras una de las gaviotas
desmiga su presa
las otras dos la miran desafiantes
esperando un descuido,
una oportunidad.

Resulta que antes,
al volver de faenar las aguas
los marinos arrojaban por costumbre
las sobras de pan por estribor,
para alimentar a los peces, decían,
para engordarlos cuando llegue mañana.

Y ahora, a eso del atardecer,
todos los días se acerca el viejo
a lanzar desde las balconadas del Paseo
mendrugos de pan a las gaviotas,
haciendo de ese pequeño homenaje
una condena llevadera,
una retirada lenta.


...


No se trata en cualquier caso
del típico viejito bonachón
de banco, parque y palomas;
me digo mientras le escruto.

Más bien es un tipo desairado,
curtido y soberbio,
que se resigna con elegancia
a esa etapa de la vida en la que
los horizontes ya quedan a la espalda

Desde los dieciseis hasta los sesenta
me cuenta el tipo haber vivido
domando las tempestades del azul

Y me lo cuenta manteniendo en todo momento
un pulso firme con la mirada,
hacía los confines del puerto de La Caleta


...


Y se larga al rato sin apenas despedirse,
tras espetar un "si usted supiera..."
con aires solemnes pero honestos,
a mi comentario de que habrá vivido,
por cojones, un montón de experiencias
allá adentro en las entrañas del mar.

Allá adentro, aun imagino mientrás se aleja:
en las malditas entrañas de uno mismo.

En las insondables entrañas del cada quien.

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